
Querida cal: creo que me gustas
enero 19, 2024Sí, existen albañilas. Y la palabra también.
La RAE la reconoce, gracias a la denominación de un tipo de abeja: la abeja albañila. Y Fundeu[1] recoge que es una palabra correcta para referirse a una mujer que desempeña profesionalmente trabajos de albañilería.
Yo soy arquitecta de titulación, pero desde hace un tiempo me preocupa la manera en la que me acerqué a esta profesión. Una profesión técnica, práctica, absolutamente relacionada con la materia y sus propiedades que, sin embargo, me enseñaron desde los libros y el papel.
Siempre hago la comparación con otros oficios o bellas artes: imagina que durante años instruyeran a un pintor sobre las teorías del color, las técnicas de aplicación, los soportes sobre los que trabajar… únicamente mediante diapositivas y presentaciones en power point, visitando alguna vez un museo, obligándole a planificar cómo abordaría un retrato o la pintura de un paisaje, pero nunca llegando a realizar ninguna obra. Estaría 6 o 7 años aprendiendo abigarrada teoría, y una vez terminara su formación, sólo entonces, cogería el pincel por primera vez para comenzar un cuadro.
Ridículo, ¿verdad?
Por eso empecé a interesarme por la albañilería. Por una cuestión relacionada con el orden de las cosas. Necesitaba conocer la materia para saber jugar con ella. Entender sus propiedades, trabajarla, experimentar sus dificultades y posibilidades, antes de trazar una línea en un plano que representase una pared.
Y descubrí que acercarme a los materiales de esta manera me resultaba apasionante.
Luego llegó la palabra: albañila. Apareció en mi vida por primera vez mientras trabajaba con Dlav, en un análisis sobre lo cerca o lejos que se encontraba la profesión de arquitectura de la gente. ¿A quién recurren las personas cuando tienen problemas en su edificio? Desde luego, no aparecíamos como primera opción, pero ese es otro asunto que trataré más adelante. El caso es que al referirnos a las distintas profesiones a las que podían dirigirse, albañil era la única que parecía no poder desdoblarse: arquitecto/a, ingeniero/a, diseñador/a, pintor/a, … albañil? Mis compañeras, más avezadas en estas cuestiones del lenguaje, me aseguraron que existía. Y lo busqué, lo comprobé y empecé a pensar sobre el término.
Y divagué sobre que albañila era una palabra con poca historia escrita todavía, una recién nacida, y que tenía la oportunidad de descubrirla y llenarla de contenido. Por supuesto que no era la primera persona que la usaba, por eso pensé que la descubría. Qué emoción.
Meditaba sobre si yo podría ser una albañila algún día y en otras albañilas que veía a través de redes o con las que coincidía en distintos cursos de construcción, dando clases o recibiéndolas. Y en todas nosotras brillaba una luz similar. Una pasión por un mundo que quizás se nos había mantenido algo oculto, un mundo que teníamos que adaptar a nuestros ritmos y esfuerzos, pero en el que también queríamos participar.
Para una albañila, ser albañila no es una última salida. Es una opción dura en la que es muy difícil abrirse camino. Es una pasión, es voluntad, consciencia. No llegamos de la misma manera que los hombres, y quizás eso puede hacer que sea una palabra con un contenido, a día de hoy, más completo que el que planteaba Fundeu. Quizás mañana todo se diluya, pero hoy, todavía, las mujeres que se acercan a esta profesión son unas apasionadas de ella y han de derribar las barreras mentales y físicas, suyas y de otros.
Por eso, propongo completar la definición con lo siguiente:
Albañila: mujer que desempeña profesionalmente, con pasión y empeño, trabajos de albañilería.
[1] La Fundación del Español Urgente —FundéuRAE— es una institución sin ánimo de lucro que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación. Promovida por la Real Academia Española (RAE) y la Agencia EFE, se creó en el año 2005 fruto de un acuerdo entre EFE y el banco BBVA, con el asesoramiento de la Real Academia Española.